¡Comienza el espectáculo! ¡Se encienden las luces! ¡Expresiones de admiración! La respiración contenida casi se escucha, la tensión aumenta por momentos y de repente… ¡ahí están! Un equipo de equilibristas hace por mantenerse en pie sobre el hilo de acero, ¡qué expectación! Parece que se van a caer, se balancean e inclinan de un lado a otro, pero… ¿qué llevan sobre la pértiga? Platos, cacerolas, utensilios de cocina, un secador, un paquete de pañales, la bolsa de la basura, un ordenador ¡hasta una mochila con ruedas! Parece imposible que soporten todo ese peso, pero… un momento… no lo lleva todo el equipo, lo lleva una sola persona. ¡Qué despropósito! ¡Qué sinsentido! El público se revuelve en los asientos ¡se van a caer!

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La equilibrista pide ayuda, pero parece que nadie la escucha. El público vuelve a revolverse en los asientos, y al fin… alguien grita ¡hay que hacer algo! En ese momento el grito se contagia, y todo el público alza la voz a la vez: ¡Repartid el peso! Los equilibristas se paran en seco, miran al público y sonríen... ¡por fin habéis pillado el truco! En el reparto está la clave.

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