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Menstruación: tabúes, supersticiones y ‘tasa rosa’


Querida Leia

La cultura patriarcal marca a las adolescentes con una fecha clave: la llegada de la primera menstruación. Con un simbolismo orientado exclusivamente a la posibilidad de procreación (“ya eres mujer”, “cuidado con los chicos”…) ensombrece con tabúes y supersticiones arcaicas (“no te laves el pelo”, “cortas la leche”…) un hecho meramente fisiológico: la destrucción y expulsión de un óvulo no fecundado en forma de hemorragia. Lo que habría de vivirse como algo natural y normalizado, sigue envuelto en silencios y falta de información en pleno siglo XXI.

Salvo raras excepciones, en películas y series, la regla (como el uso de preservativos) se queda siempre fuera de pantalla. En el colegio, son dos líneas de texto en los libros de ciencias naturales, leídas a toda prisa. En casa, lo más habitual es que hasta el primer sangrado no aparezca en conversaciones previas, y por tanto sean las amigas más precoces las que nos pongan en preaviso. Este es el panorama más habitual en el mundo occidental, ‘moderno’, porque si pensamos en países asiáticos o árabes, las niñas soportan encierros en cobertizos (Nepal) porque se entiende como una enfermedad o incluso como una maldición hacia la comunidad.

Por otro lado, los anuncios de compresas son sinfonías de colores y chicas atléticas que dulcifican y camuflan un evento mensual que causa dolor y malestar a muchas mujeres. Imágenes alegres e infantiloides que prometen “no olor” y “absorción inmediata” en vez de presentar el ciclo y el sangrado como algo natural. El mensaje es claro: es algo a ocultar porque da asco. Añadamos a esto precios y tasas injustos, la llamada ‘tasa rosa’, que imposibilitan una mínima higiene en los países más pobres. En España, hemos tenido que esperar hasta octubre de 2018 para que bajase el IVA de compresas y tampones (el mismo que el caviar) del 10 al 4 por ciento. En Europa, la ‘tasa rosa’ varía desde el 20% en Eslovaquia al 3% en Luxemburgo.

Rocío, la protagonista de nuestra obra Querida Leia, comienza su monólogo con una fecha que “jamás olvidará”, el 7 de noviembre de 1977, la tarde que acudió al estreno de La guerra de las galaxias y que fue la misma de su primera regla. Tenía 13 años. La falta de información le lleva a pensar que está enferma. Con el tiempo, Rocío reflexiona sobre cómo este hecho biológico enmarca a las mujeres en unas pautas socioculturales -género femenino- que las segregan (“veía un abismo entre chicos y chicas cada vez más grande”, dice), que condicionan sus vidas. Pero ella despierta años más tarde y toma la espada láser del empoderamiento siguiendo a Leia, la general de La Resistencia.

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